La leyenda de la luna y el sol


LA LEYENDA DE LA LUNA Y EL SOL


     Hace muchos muchos años, milenios diría yo, cuando el espacio ocupado hoy por Gorafe no tenía la apariencia actual, la luna y el sol jugueteaban por nuestro firmamento, sin fijarse mucho en lo que existía bajo sus pies.

     
     Kuyém, la luna e Inti, el sol, etéreos sobre la tierra, flirteaban persistentes con eternas persecuciones, que resistían lo que subsiste un atardecer. Inti siempre terminaba atrapándola, debido a la amplitud y longitud de sus extensos y candentes rayos. Pero un día, la ágil y resuelta Kuyém lo sorprendió y fue él quien acabó siendo apresado ese atardecer.
   Tan sorprendido se sintió, que sin un ápice de duda le regaló uno de sus rayos, luciendo Kuyém desde entonces, esa luz brillante y plateada, que en las noches donde consuma su plenitud, nos permite ver sin necesidad de complemento alguno.
Kuyem e Inti jugaban alrededor de la Tierra
    En esos tiempos, la Madre Tierra estaba en constante metamorfosis, colisiones de placas tectónicas que en su feroz trifulca encumbraron todas las sierras que hoy nos rodean, altiplanos colmatados por los sedimentos que surgieron de ese nacimiento de las montañas, aguas juguetonas que fluían desde la Sierra de Baza uniéndose y trayendo limos ocres y rojizos a nuestro valle, desplomes de laderas y mil modelaciones más.
    En su eternidad estas modificaciones los perturbaron un instante ínfimo de su existencia, soportable e incluso curioso, por lo que continuaron con normalidad sus juegos.
    Casi llegando a nuestros días, hace solo 5000 años, en estas tierras gorafeñas comenzaron a asentarse unas tribus, hasta entonces no muy perpetuas en ningún lugar. Aquí, encontraron todo lo que necesitaban para subsistir y decidieron asentarse.
     A Kuyém y a Inti les hacían gracia esas criaturitas observables desde su altitud. Pero claro, Inti comenzó a pavonearse, ya que estos diminutos seres lo endiosaron y hacían ceremonias en su honor. Tan pretencioso estaba que Kuyém dejó de jugar con él y se alejó.
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Monumental enfado en las alturas
   
     Lo que en la cúspide del cosmos no era más que una pataleta entre amigos, en nuestro valle tuvo una gran repercusión. Los cielos se fueron cubriendo de ceñudas nubes que hicieron bajar las temperaturas y que no tardaron en desahogarse sobre el Altiplano. Llovía y llovía sin parecer que hubiera un fin. Las azabaches noches no mejoraban la situación y el nivel del agua del río comenzó a remontar sin tregua.    

La oscuridad y la lluvia se apoderó de la Tierra
   Las principales jefas y jefes de los poblados establecidos en sus márgenes empezaron a mostrarse intranquilos. Las cosechas se perdían por falta de sol y exceso de lluvia, los animales no tenían que pastar, trepando a zonas más altas, y para ellos era hartamente difícil mantener prendido el fuego.
Los seres humanos empezaron a padecer
   Decidieron realizar una reunión para intentar dar solución a este problema común y se agruparon en uno de los poblados más elevados, Majadillas. Allí acudieron todas las comitivas de los demás poblados. 
    El de las Angosturas, capitaneado por su jefe, traía entre sus miembros a la hija de este, que a su vez traía a su pequeña mascota, un cervatillo. No la podía dejar sola con tanta oscuridad y lluvia, ya se había perdido de su manada y no quería que volviera a pasar por ese trance. 
El jefe del poblado de Las Angosturas
Alem con su mascota















    A su vez, la jefa del poblado de Baños de Alicún también venía con su hijo, y como en el caso anterior, portaba su mascota, un conejito.
La Jefa del poblado de Baños de Alicún
Narky y su conejito















   El solemne auditorio se cerró en un nutrido circulo junto a la descomunal hoguera central, aporte de calor y claridad para poder conversar. Fueron interviniendo las principales personalidades de cada delegación, intentando encontrar el por qué de esa situación y por supuesto, la solución.
    Los menores, se movían, se miraban, jugueteaban...se aburrían. Além, la niña del cervatillo, percibió que este no estaba por allí, y sigilosamente, se escabulló para buscarlo. Fue la señal que estaba esperando Narky, el niño del conejito.
   Al alejarse de la candente pira, la visión se hizo más difícil, pero pronto acostumbraron sus ojos a esa penumbra. Além llamaba a su mascota desconsolada y aterrada. Estaban muy lejos de su poblado y no sabría volver en esa noche oscura e infinita. Narky, que conocía mejor la zona, por vivir más próximo, se ofreció a ayudarla. Además, descubrió que su pequeña mascota tampoco lo acompañaba.
     Estaban muy próximos al agua, ya que el nivel de esta no dejaba de subir y pensaron que sus animalitos habrían trepado a lugares más seguros. Narky recordó lo elevada que estaba la zona donde realizaban los rituales su poblado, y pensó que quizás estuvieran por allí. Con esa esperanza pusieron rumbo al Cerro de la Mina donde su gran piedra mágico-religiosa, con la representación de su dios, podría darles una solución.
     Comprobaron que en su ascenso había un pequeño tragaluz en el firmamento, ya no recordaban ese color intenso de la noche, últimamente todo era negra oscuridad, y de repente ¡¡ una estrella !! ¡¡y otra más!! Sin intercambiar palabra, ambos comenzaron a correr hacia esa tenue claridad, llegando exhaustos a la cima. Encaramados en las piedras rituales comenzaron a llamar a las estrellas...pero estas, no los escuchaban. Desanimados por la última esperanza desvanecida, comenzaron a descender de su atalaya.

Sirio y Aldebarán los escuchan
     Tan abatidos estaban que no oyeron murmurar a las estrellas, que en una de sus ojeadas hacia abajo, se percataron de su presencia.
     -¿No son esos los pequeños seres que divertían tanto a kuyém e Inti?-Preguntó Sirus.
     - Puede ser-titubeó Aldebarán
     La curiosidad y la sorpresa de tanto tiempo sin verlos despertó su interés y comenzaron a llamarlos, pero tan abstraídos en su desilusión se encontraban que tardaron en percibir las tintineantes voces de las estrellas. Fue Além quien primero reparó, y al instante Narky la miró con una gran sonrisa que iluminó la noche. Volvieron raudos a su elevado emplazamiento y perplejos ante la belleza de las estrellas, no supieron que decir.
     Aldebarán fue quien inició el parloteo:
     -Cuanto tiempo sin veros ahí abajo, pequeños seres!
     -Sii, nosotros os extrañamos mucho, pero sobre todo a Inty y a Kuyém- dijo Além, aprovechando la ocasión, para contarles como estaba la situación sobre la Pacha Mama desde que los astrales amigos se enfadaron.
     Sirus y Aldebarán no tenían ni idea, pero claro, retrocediendo un poco en sus recuerdos, y viendo con sus propios ojos esa húmeda oscuridad, apreciaron la magnitud del problema.
     - Pero eso no es todo, articuló a decir Narky, mucho más temeroso. También hemos perdido a nuestras queridas mascotas, y siguiendo su rastro hemos llegado hasta aquí. ¿Las habéis visto vosotras?
     -Claro!! Eran tan dulces y graciosas que decidimos llevarlas con Kuyém para que la animaran en sus tristes días. Saltad sobre nosotras y os aproximaremos a ellas. 

Un mágico viaje
    Pese al terror que les producía aquel salto al vacío, no vacilaron ni un segundo y en un periquete vieron a Kuyém a lo lejos. En cuanto estuvieron a su altura le preguntaron por sus mascotas, estaban ansiosos por recuperarlas...pero ella no parecía muy contenta.
    -Claro que las he visto- respondió Kuyém. El conejito no deja de hacer hoyitos por toda mi redonda superficie ¡Mirad que desastre! Y su amiguito, feliz de pisar mi etérea y nívea extensión, no paraba de saltar de un lado al otro.¡ Mira cuantas manchas me ha dejado! Seguro que las veis desde la Tierra.
     Estaba realmente enfadada, pero Além, tan resuelta como siempre, le contó, en tono bien enojado, que se habían olvidado de ellos y que por su culpa, todo moría bajo sus pies.
     Tan perpleja quedó Kuyém que solo acertó a decir..."voy a buscar a Inti"
     Como no podía ser de otra manera, Inti, ufano en su engrandecimiento, la retó "sabía que no podías estar sin mi". Kuyém, como si no hubiera oído nada, se acercó más y le contó el inmenso caos provocado por su distanciamiento. No era momento de reproches, solo de dar solución a lo acontecido, y ambos, se aproximaron a la Tierra.
     Las densas nubes, al ver aparecer al astro rey, se desvanecieron. De igual manera, las aguas, evaporadas por el tórrido calor emanado del enfado solar, comenzaron un rítmico descenso. Los renovados amigos, hicieron un solemne juramento a los miembros más representativos de los poblados, que aún permanecían juntos intentando hallar una solución que no surgía.
     -No volveremos a olvidarnos de la Tierra, cada día y cada noche velaremos por vosotros desde el cosmos, pero a cambio, tendréis que cuidar y proteger a la Pacha Mama.

     El "SII" fue rotundo por parte de los habitantes de este rinconcito del planeta. Incluso, las jefas y jefes que estaban a punto de perder los nervios y tener feos enfrentamientos, mientras encontraban remedio al caos, de forma unánime, decidieron dejar constancia de lo acontecido.
     Así, la piedra del Cerro de la Mina, con el gran disco solar, donde realizaban los rituales a Inti, sería acompañada por otras tres más. Una para adorar a Kuyém y otras dos unidas donde contarían la muerte que asoló a los poblados y la gran alegría al recuperar la normalidad.
     ...pero pasados los milenios, parece que de ese instante de la historia, solo percibimos advertencias climáticas de Inti, a modo de inundaciones, olas de calor o fuertes nevadas, intentando que recordemos nuestra promesa y los cráteres y manchas lunares que las pequeñas mascotas dejaron por toda la eternidad en la faz de Kuyém. Por suerte para Gorafe, las piedras rituales siguen marcando una perfecta línea Norte-Sur, sobre el Cerro de la Mina, sito en el Balneario de Alicún.

Dibujos (menos el primero) Alejandro Sanchez, texto Rocío Campos Maldonado

     

    

     

     


    


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