PREHISTORIA FEMENINA

      
     La Arqueología, como otras muchas ciencias, aporta una visión androcéntrica de la realidad, lo genérico afecta siempre negativamente al género femenino. 
   
Evolución de la mujer

    Las creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a la mujer y al hombre definen el género y organizan los sexos en su relación social, una relación siempre de poder, lo cual, repercute, eternamente, en forma desfavorable sobre la mujer.
     En Arqueología surgen varias formas de operar, siendo una de las más destacadas la de Sally Linton (1971) en” Women the Gatherer” "Mujeres recolectoras". Replantea que el hombre sea el motor del proceso evolutivo y el conquistador de la categoría humana desde el mono al hombre, despojando a la caza (masculina) del papel principal para compartirlo con la recolección (femenina), consiguiendo que el estudio de la prehistoria admita sesgos ideológicos.
    La prehistoria, espacio entre mito e historia, era un punto ventajoso para construir y destruir ideologías. Lugar propicio, el momento en que surge nuestra especie, para definir comportamientos biológicos, culturales, materiales y sociales que serían la base de las sociedades actuales. Y en estas sociedades que ya nacieron sesgadas, se estudia nuestro pasado plagándolo de “arquetipos naturalizados”.
     Por otro lado, el espacio público se ha asociado siempre a los hombres, era el lugar donde trabajaban, socializaban y cambiaban la historia. Sin embargo, el espacio privado, el hogar, era el lugar de “trabajo” de la mujer, que no aportaba nada a esos cambios sociales.
    Aunque estos trabajos realizados en el ámbito privado no interesaban, tienen una dinámica, un tiempo y una organización propia, siendo fundamentales para el mantenimiento del bienestar, a lo largo de todo el ciclo vital, para cualquier grupo humano. 
    La investigación de estas tareas y sus prácticas sociales de relación y mantenimiento de la vida, fue nombrada como “estudios sobre las mujeres”, un subgrupo dentro del estudio de la historia. Esta vida cotidiana marcó el rol sexual totalmente desigualitario, que hoy hemos heredado. El simple hecho de considerar “labor” al trabajo femenino por dedicarse “solo” a asegurar la supervivencia  del grupo, ya refleja esas connotaciones sexistas.
     Este trabajo infravalorado, además era controlado por el poder: el hombre, abanderado de la jerarquización piramidal de la estructura social. La única herramienta que les quedaba a las mujeres, como creadoras de las redes sociales, era la de ejercer como mediadoras en las relaciones básicas.
     Hoy se intenta disminuir el sesgo y valorar y reestudiar objetos hasta ahora invisibles como los tejidos o la preparación de alimentos, aportando las variables sociales y culturales que contextualicen el objeto, así como ampliando las fuentes documentales que ayuden a entender cada período. Todos estos factores ignorados hasta ahora consiguen desmontar viejas premisas de la historia.


     La arqueología del tejido es un buen referente. Las mujeres “solo” tejían, mientras que el hombre regentaba oficios más importantes para la comunidad, como ir a cazar. La acción de tejer, “carente de importancia”, permite realizar al mismo tiempo otras muchas como cuidar a l@s hij@s, al ganado, preparar la comida, o limpiar la caza que traían los hombres. Creaba un espacio donde las relaciones políticas, sociales, culturales y económicas se gestaban y donde la mujer poseía un papel central. Pese a eso, la pobre Penélope pasó a la historia únicamente como tejedora a lo largo de 10 años.  

     Cuando las sociedades, comienzan a ser agricultoras y ganaderas, el proceso desde el almacenaje del grano hasta su preparado final, va a crear una división política, social y por supuesto sexual en ellas. El momento donde la supeditación se acentuó, hay que ubicarlo con la llegada de la Cultura Argárica.
       La elaboración de los metales, es atribuida a los hombres por ciertos investigadores, excluyendo a las mujeres, al menos del momento de la producción del mismo. Se les permitía participar en la creación y decoración de los hornos, o incluso portando el mineral, pero la creación del metal era la forma en las que los hombres se adueñaban de lo único que los diferencia de nosotras, el poder dar vida. Por eso las mujeres en edad fértil, embarazadas o con la menstruación eran automáticamente apartadas.
      Sin embargo, M.L. Sitg Sorense, sostiene que en la Edad del Bronce la fundición se realizaba en el ámbito domestico, siendo los primeros útiles realizados, los necesarios para las “labores” realizadas por las mujeres. Al menos diseñarían sus propios útiles, que incluso las acompañaban al más allá, incluidos en sus ajuares funerarios.
     La idea, altamente generalizada y excluyente por género y edad, de la producción metalúrgica en la prehistoria y en la historia, no se sostiene. Nuestros ancestros vivían en pequeñas sociedades donde todos participaban en todas las tareas. No había una persona encargada de hacer algo. Pongamos por ejemplo, el pan, no  realiza una persona sola todos los pasos de la producción: siembra, recolecta, muele, amasa y hornea. Todo el asentamiento participa en cada uno de los procesos,  por qué en la metalurgia iba a ser diferente?
     Los primeros argumentos, androcéntricos, se centraban en objeciones biológicas, la famosa fuerza masculina, pero está constatado que tanto las mujeres como l@s niñ@s participaban en la extracción del mineral, en el transporte, molienda, fundición y forja, al menos en el espacio domestico, donde han aparecido muchos restos de metal y crisoles pequeños, en el interior de las casas. Moldes y artefactos donde su vida de uso nos dará una buena pista a seguir.

     La única función, donde mujeres y niñ@s eran descartados de la metalurgia, era en la primera fundición. Debido a la toxicidad de los gases primeros que esta emanaba, se hacía a las afueras del poblado, fuera del espacio domestico, del espacio femenino. Pero todos los procesos enumerados son parte de la metalurgia, no solo el momento último de ver el ardiente y licuado metal verterse en los moldes.   
     Está ampliamente analizada que la exclusión de la metalurgia en la prehistoria, no era por género ni por edad, era más bien una cuestión de estatus. Los clanes dedicados a la producción del metal, hacían partícipes a todos los miembros del mismo, ya que gracias al trabajo del grupo el proceso llegaba a buen fin. Sin embargo, no transmitían ese saber ni dejaban participar a otros miembros de clanes diferentes: ni hombres ni mujeres.
Arturo Asensio

    Dejando de lado a la mujer social, la mujer biológica ha sido la más execrada. No solo la maternidad define a las mujeres, es simplemente una variable más  Podemos entender la maternidad, como el simple acto biológico por el que la mujer es capaz de crear vida, de reproducir a su especie. Pero estaría incompleta, conlleva también todo el proceso, de actividades de mantenimiento requeridas por la criatura hasta ser autónoma.              
      La maternidad marca diferenciaciones, incluso en el seno de las mujeres: las de edad fértil o no, las que tienen hijos o no, reflejándolo en los rituales, diferentes atuendos y ornamentos, indicadores del paso de una edad a otra, ensalzando siempre, el período fértil.  
    La maternidad evidenciaría el rol supeditado de la mujer ante el hombre, por la necesidad de realizar cambios en los ritmos y los espacios de la sociedad a la que pertenece. Reajustes, motivados por unos seres invisibles, no considerados aún miembros plenos del grupo.
    Almudena  Hernando, ubica el inicio de esta desdibujada identidad femenina, hace 2 millones y medio de años, cuando la especie Homo para poder llegar a desarrollar el cerebro que los haría evolucionar, necesitó 21 meses de período fetal, realizándose dentro del útero solamente los 9 primeros. Consecuentemente el resto del tiempo requerido para conseguir alcanzar un mínimo de emancipación, la criatura necesitará de una serie de cuidados, que influirán en el tiempo (desplazamientos más lentos del grupo) y en el espacio (zonas específicas para las madres y criaturas). Esto acarreó las primeras desigualdades de género.
      Por otro lado,  Mª A. Querol, defiende la “ampliación del comportamiento maternal al resto del grupo” centrándose en el comportamiento de los homínidos africanos orientales. Al ser harto complicado para cada madre cuidar de su cría por los peligros que entrañaba la zona, todo el grupo se reorganiza y protege a los miembros más pequeños y vulnerables. Esta socialización y transmisión de conocimientos en el grupo, sería la clave de su éxito.

     En la prehistoria , la maternidad  social recaía únicamente en la mujer, al menos en las edades tempranas de las crías, principalmente por la lactancia. 
     La interrupción de la gestación, ya era conocida en los primeros momentos, una mujer nómada no podía desplazarse con más de una criatura, y recurrían a plantas, tanto abortivas, como para conseguir más leche o facilitar el parto.El cannabis ayudaba a dilatar, relajaba y daba fuerzas. 
    Los rituales y objetos votivos relacionados con la fertilidad, están constatados desde la antigüedad tanto etnológicamente como más tarde, por la escritura. Una mujer que no paría estaba estigmatizada en el grupo.
Peseshket

  Referente a los utensilios relacionados con el parto, el más bello etimológicamente hablando fue el peseshkef utilizado en el antiguo Egipto. Un cuchillo de sílex con forma de cola de pez empleado para cortar el cordón umbilical, siendo su significado “instrumento para separar”, separar a la madre de la criatura, y dada su importancia, posteriormente fue usado también para la momificación. Vida y muerte siempre de la mano.
Jeroglífico del Antiguo Egipto

     También han llegado hasta nuestros días taburetes preparados para el parto, ya que es la posición más natural para realizarlo. Por todo esto, las parteras, tenían un alto estatus en las sociedades, ejerciendo su oficio entre ritos y magias, que no siempre llegaban a buen fin, ya que el porcentaje de muertes maternas y de nonatos era muy elevado en tiempos antiguos.
      En primer lugar, porque el nuevo ser, en muchas ocasiones no sobrevivía al nacimiento, hay numerosos enterramientos donde aparecen madre y criatura juntas, incluso esta última, aún en el interior de la madre. Quienes sobrevivían al parto, les esperaban unos primeros años complicados, ya que las condiciones ambientales no eran las más idóneas para los bebes.

    El Paleolítico nos deja restos de sacos realizados en piel, que se disponían delante o detrás, para poder ir dando el sustento al bebe, los desplazamientos y los trabajos diarios no paraban a la mujer. Los embarazos se espaciaban en el tiempo entre 3-4 años, hasta que el nuevo ser pasaba el período de más riesgo y su autonomía era mayor. 

     En el Neolítico, estos hábitos se vieron alterados. Al ser sedentarios y comenzar a desarrollar la agricultura, la mujer tiene un “oficio” más. Esto provoca que el destete se adelante, sustituyendo la leche materna por cereales cocidos. La cocción de los mismos conllevaba un arduo trabajo, que debían compaginar con todos los demás, y a su vez, el sistema inmunológico y digestivo de la criatura, aún no están bien configurados, lo que provoca muertes por diarreas.

   Esto propició la aparición de biberones en cerámica o en astas de animales, donde el bebe tomaría sus gachas licuadas, del mismo modo que se realiza hoy.
     Otra consecuencia directa de este temprano destete, para que la madre pueda trabajar más, son los embarazos más próximos, hace recurrir a ciertas plantas, antes mencionadas, para evitarlos. La maternidad comienza a ser controlada.     
     Por otro lado, los cuidados físicos en los primeros años de vida, no se ciñen solamente a la alimentación, también debían de saber detectar los síntomas de ciertas enfermedades, como parásitos, fiebres, diarreas o la misma dentición, teniendo además ciertos conocimientos de la anatomía humana y de las plantas, cataplasmas y demás remedios naturales con los que eran paliados.
Arturo Asensio
     Estos complejos cuidados de alimentación, sanación y normalización de la vida diaria de las criaturas que realizan las madres, son factores culturales dentro del grupo. Su alta dimensión social, es frecuentemente infravalorada, ya que se entiende que solo repercute en el ser que las recibe, sin estimar el beneficio que supone para la sociedad en su conjunto. Si por ejemplo, una persona está enferma y no saben contrarrestar su mal, necesitará de más cuidados,. Esto, repercutirá en su custodio que deberá dejar sus quehaceres para atender a su paciente, lo cual se reflejará en el ritmo cotidiano de la sociedad. Si el caso afecta a un bebe, el momento del destete por ejemplo, la madre deberá emplear su tiempo en esos cuidados, por lo tanto no solo atañen a quien los recibe, todo el conjunto se beneficia de estos cuidados y alimentación, con el consiguiente buen funcionamiento del mismo.
     En la prehistoria las crías participaban, según la edad, en las diferentes tareas, elevando en cada  momento la responsabilidad y adiestrando a cada género en sus futuras misiones dentro del grupo.
       Aunque el patriarcado fuera la forma imperante, la mujer dominaba los ciclos de la vida: nacimiento, infancia, paso a la edad adulta  y muerte...lo cotidiano. Esa cotidianidad está ligada a lo singular, a lo que cada persona aporta a la sociedad, a lo que cada individuo es.
     Personalmente no pienso que estas sociedades fueran machistas o feministas, eran un todo. El problema es que los primeros estudiosos de las mismas fueron hombres y despreciaron el hacer y los utensilios femeninos llegados hasta nuestros días. Ahí surge y se intensifica ese machismo asociado a la prehistoria. Como prueba, intenta buscar hombre y mujer en la prehistoria y reflexiona. 
Texto: Rocío Campos Maldonado
Ilustraciones Arturo Asensio y descargas de internet.

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