Legado Andalusí en Gorafe


Legado Andalusí en Gorafe

     Ya vimos, algunas entradas atrás, la fortaleza Almohade del s. XII, protegiendo a Gorafe desde su atalaya, pero no es el único vestigio del período Andalusí en nuestro entorno.
     Desde que los primeros humanos permutan en sedentarios y se asientan al regazo del entonces río Gor, en este valle de la prehistoria, 5000 años antes de nuestra época, todas las culturas fueron dejando su impronta, en mayor o menor medida en el territorio.
     El agua es vida y cuando con el devenir de los años estos primeros asentamientos se fueron convirtiendo en núcleos más poblados y este enclave se fue tornando más árido, debido principalmente a la deforestación para ganar terreno de cultivo, el fructificar este recurso hídrico se convirtió en vital.
     Este preciado líquido empieza a ser necesario también para la agricultura. De esa manera, las especies cultivadas por los romanos eran autóctonas o se habían aclimatado desde la antigüedad, los olivos romanos no eran más que acebuches cultivados. El paisaje rural de antaño no era otra cosa que una adaptación humana del monte mediterráneo.  
El cereal, base de la alimentación
     En la época romana, la irrigación artificial solo se hacía de forma puntual o en los huertos que estaban junto a las casas, teniendo cada vivienda una cisterna para conservar el agua de lluvia. Por ello, ya no fue imprescindible que los asentamientos estuvieran cerca de recursos hídricos.
     Fueron los romanos los que extendieron por todo el Mediterráneo, cultivos tan propios hoy de nuestra cultura y nuestros campos como la vid y el almendro, cultivos de secano.
   Con el transcurrir de los tiempos, fueron mejorando la racionalización de los acuíferos, y cada cultura perfeccionaba a la anterior, o mejor dicho, evoluciona sobre lo conocido. Aun así, la España ó en nuestro caso, la Andalucía romano-goda que encontraron los árabes poseía una tierra escasa en recursos y una alimentación poco variada.
     La única forma de cambiar este panorama era una gran revolución en la ingeniería hidráulica de los arquitectos árabes, una vez dominada el agua, la tierra, con sus sabios cuidados pariría sus frutos. 
     Con el regadío, los árabes consiguen adelantar y magnificar las cosechas, incluso obtener dos en el mismo año. Pero para ello deben de saber dosificar el agua y no depender solamente de la lluvia.
      En aquella época existían innumerables tratados y manuales de agricultura y botánica, donde los campesinos podían aprender a guardar y racionalizar el agua para los distintos cultivos.
      Por todos es sabida la habilidad del pueblo árabe para aprovechar el medio acuoso hasta su última y más preciada gota. Recurso que no solo protegían como nadie para el consumo o el riego, sino también para su propio deleite sensorial y sus tradicionales ritos religiosos.
Dibujos y anotaciones del tratado
Antiguo tratado árabe de agricultura


     La primera innovación hidráulica fue abovedar los aljibes. El vocablo aljibe procede del árabe clásico gubb, que significa cisterna, pozo o depósito, de ahí derivó al árabe hispano algúbb. Es principalmente un recurso arquitectónico para almacenar agua, un reservorio de agua instalado en el subsuelo. 
     En el caso de Gorafe, la reminiscencia más numerosa y mejor conservada son los aljibes, sitos prioritariamente en el Altiplano, y aún en uso. Pero no debemos desmerecer a la licuada espina dorsal que nos mantiene erguidos, las acequias, tres en concreto que recorreremos más adelante. 
      Aunque ya vimos que también fueron usados por otras culturas, el pueblo andalusí dejó a un lado la cubierta plana utilizada anteriormente. Sería el nacimiento de las conocidas bóvedas de cañón, ligeramente apuntadas, aunque sin llegar a ser ojivales
    Estas, eran más baratas y además transmitían empujes horizontales a la parte superior de los muros. Novedosa forma de construir que permitió eliminar las riostas interiores sin riesgo de derrumbe, dando además, una mayor anchura a las cisternas.
     La nueva disposición, menos alargada y más ancha y profunda, resulta más económica, ya que con la misma labor se pueden almacenar una cantidad de agua mucho mayor.
Interior de un aljibe de cañón 
Bóveda de medio punto ligeramente apuntada














      Las fachadas de estas construcciones de ladrillo o baldosa cocida, solían realizarse con arcos de medio punto o herradura, tan característicos de la cultura árabe.  
      La eficiencia de los aljibes, dio lugar a la utilización de estos en muchas viviendas, aplicándola en su vida cotidiana, puesto que su función principal era la de cubrir la necesidad de agua de la población.
     Los maestros ingenieros árabes ubicaban los aljibes en pequeñas ramblas, pues esta pendiente ayudaría al llenado del mismo. También era preciso tener en cuenta la existencia de pequeñas fallas en el terreno, que valdrían para este mismo fin.
Típico arco de medio punto
      La extracción del agua, incluso en nuestros días es mediante un sistema de poleas. Mecanismo sencillo y fácilmente reemplazable, que permite, con poco esfuerzo, obtener la recompensa esperada al otro lado de la soga. Esa jofaina chorreante de agua era una fresca dádiva para quién esperaba en el exterior.
Hoy los cubos metálicos son los más usuales
Garrucha oxidada por el tiempo


     Aunque podemos verlos con estructuras variables, principalmente son dos los tipos catalogados, y por suerte en Gorafe encontramos ambos.
    El aljibe de tinaja, el más habitual aquí, que tiene como característica ser más profundo que ancho y estar rematado con una cúpula de casquete realizada en ladrillo. Y, el aljibe de bóveda que siempre es más largo que ancho.
Aljibe de tinaja


Aljibe de Cañón












       Los materiales empleados eran de alta importancia, pues evitarán la contaminación del agua, así como que se produzcan filtraciones, con la consiguiente pérdida del preciado líquido.
     En ambas construcciones la unión de los ladrillos era realizada con argamasa, recubriendo para finalizar las paredes internas con una mezcla de cal, arena, óxido de hierro, arcilla roja y resina de lentisco. Este enfoscado interior, evitaba las filtraciones y a su vez impedía la descomposición del líquido vital.
     El pueblo árabe no solo revolución la agricultura por el regadío, sino por la forma de cultivar y los productos novedosos que introdujeron en nuestra agricultura y dieta. Así, aportaron la caña de azúcar, muy prolija en la Costa Tropical de Granada, donde durante muchos años las gentes de Gorafe fueron a trabajar, pero eso lo veremos en otro post. 
   También aportaron el algodón, el plátano, el naranjo agrio, las espinacas, las acelgas, los higos, los espárragos, albaricoques, moredas (para la consecución de la seda) , dulces tan típicos hoy como el turrón o el mazapán, y todo tipo de especies que hoy utilizamos en nuestra cocina mediterránea
     Tanto es así, que incluso dichos populares que hoy están en vigor, tienen su origen en esa época. De esta manera, cuando hoy decimos que "estamos en un berenjenal", es debido, a la utilización en muchos platos árabes de la berenjena, desconocida aquí hasta su llegada. Cuando había un festejo, y se reunían muchos comensales, el producto más abundante será precisamente la berenjena, osea, estaban inmersos en un berenjenal, en una multitud que comía berenjenas.
     Pero volviendo de nuevo a Gorafe, os vamos a proponer una visita por el altiplano, para que podáis disfrutar de algunos de los que hoy siguen en activo.
     Comenzaremos nuestro camino en la Cuesta de Gor, antiguo camino por el que l@s gorafeñ@s encaminaban sus pasos para ir hacia el municipio vecino. La subida desde Gorafe es de 1,200 metros y la podéis hacer bien a pie o en coche. Si tomáis la segunda opción, os aconsejamos que lo dejeis aparcado cuando lleguéis arriba para comenzar la ruta a pie. Este plano, os resultará práctico.
Plano de la ruta de los aljibes

     Recién terminada la ruta dolménica del Llano de los Olivares y enlazando justo en este punto con el Camino del Cocón, comenzamos a caminar. Recorriendo unos 600 metros estaremos sobre las Cuevas El Torriblanco y giraremos hacia la derecha por una nueva senda, el Camino de Bacor, de similares dimensiones. Tras pasar por varias casas, giramos en la última hacia la izquierda, y desde ahí nuestros pasos irán dejando sendas a nuestra izquierda. La primera, una de las entradas del desierto de Los Coloraos, la segunda que iniciaremos a la vuelta y la tercera que será nuestro destino primero.
Chimeneas de las cuevas Torriblanco
Casa que queda a nuestra izquierda









     
     Este camino nos llevará hasta uno de los aljibes más espectaculares del Altiplano, el de Macimbrana. Lo encontramos imponente en su solitaria atalaya, el puntal de su mismo nombre. Desde donde contemplamos una postal única en Andalucía, los rojos y rosados del Desierto de Los Coloraos, los azules intensos del pantano del  Negratín, y las cambiantes siluetas de las Sierras jiennenses, Cazorla y Mágina. A cualquier hora del día, disfrutarás de peculiares panorámicas, pero el ocaso, con su manto anaranjado, llenará de matices este paisaje indómito.
    Este aljibe de grandes dimensiones, 5 metros de diámetro en su parte baja, ya que la parte donde se ubica la puerta es plana, y una altura de 2.10 metros, con techumbre plana, ligeramente inclinada. Posee un abrevadero excesivamente largo, 6 metros, aunque la parte original parece ser el primer metro y medio. Quizás, en sus inicios, sirviera también como acequia madre de donde saldría el riego para la zona. Hoy, aunque sigue teniendo agua, se utiliza principalmente para saciar la sed del ganado que se cobija próximo a él en una majada. 
     Al perder parte del enfoscado exterior, vemos hoy los adobes que formaron la tinaja y si nos asomamos al brocal veremos el conjunto en su totalidad y la fresca agua rebosante, aunque no podremos vislumbrar sus 6 metros de profundidad.
Macimbrana en el ocaso

Uno de los mayores conservados












    Tras esta parada tan placentera retrocedemos sobre nuestras huellas para recuperar el Camino de Bacor, aunque volvemos a tomar la siguiente vereda a nuestra derecha. Este camino nos lleva hasta la Loma de En medio, pero solo recorreremos unos metros ya que el siguiente aljibe está próximo al cruce.
     Este aljibe, aunque con cisterna más cuadrangular, de 5,20 metros de diámetro y altura de 1,80 metros, presenta una cubierta plana con una leve inclinación para evitar el estancamiento del agua de lluvia. 
     Está construido sobre un depósito cuadrangular de 6 X 4 metros, ligeramente elevado del suelo. Su aguadero corto, metro y medio aproximadamente, hoy se nos presenta tapado por un horrible depósito plástico. A diferencia del anterior, muestra una cubierta más actual en piedra, que recubre la originaria de mampostería. La profundidad del mismo es de 3 metros, la mitad del visitado anteriormente. Un acuífero entre los almendros lindantes, que saciará su sed en momentos de extrema sequedad, consiguiendo una mejor cosecha.
Piedra y restos de cal


Sito sobre un deposito cuadrangular
    













    Y volviendo sobre nuestros pasos, a la ruta principal nos encaminamos hacia la mayor concentración de aljibes, tres en concreto, que vimos en la lejanía, al venir hacia acá.  Llegando a la última casa que dejamos a nuestra izquierda en la ida, seguimos rectos hacia un pedestal donde se encumbra una cruz de hierro.

Senda de la cruz forjada

     Enfilamos nuestros pasos hacia el sendero de la cruz, y pronto encontraremos un hermoso aljibe, con base circular de grandes dimensiones, 10,70 metros de diámetro y 1,90 metros de altura, presentando su techo plano. Una pizpireta puerta de madera pintada en azul nos deja mirar en su interior mostrando un brocal rebosante de agua, que nos permite medir una profundidad de 4 metros.
     Como la mayoría de los aljibes visitados, nos muestra sus materiales originarios al descubierto, sobretodo en su interior.
     Todos los aljibes visitados en el altiplato, estaban orientados al consumo de agua humano y de las bestias, ya que en este paraje, el cultivo siempre ha sido de secano: cereales, almendros y antaño garbanzos, lentejas y cominos, aunque estos últimos eran plantado sobretodo en los inicios del desierto de los Coloraos.
Portezuela del aljibe
Gran aljibe de tinaja















     Unos pasos más adelante, encontraremos el segundo de la zona. De similar construcción al anterior aunque su parte superior es abovedada, lo que hace que su altura final se eleve hasta los 2.70 metros, siendo su perímetro de 9.50 metros. Restos del blanco impoluto, sobre su vetusto su caparazón, se contraponen con el ostracismo del interior, en este caso no patente, al estar cerrado con puerta metálica y candado. Al ser colindante con el anterior, seguramente estará también pletórico de agua. En el podemos ver claramente su originaria estructura formada por argamasa y piedra del mismo altiplano en el que ocupa aún su lugar.
Último aljibe de tinaja del recorrido
     Y a partir de este punto retornamos hasta la férrea cruz para tomar el camino principal dejado anteriormente. A solo unos metros a mano derecha vemos una pequeña angostura que guarda la joya de los aljibes que ocupan hoy nuestra ruta. Asimismo, será el único con bóveda de cañón y un estado de conservación envidiable.
     Por la parte posterior encontraremos una diminuta puertezuela que da paso a una escalinata, lugar de entrada, en tiempos remotos, para realizar el mantenimiento de dicho acuífero, desgraciadamente hoy seco ante nuestros ojos, pero con una gruesa capa de barro que disminuye su altura. Desde este lodo hasta el techo mide 3 metros más 1,20 la cúpula, pero el fango duro debe de cubrir al menos un metro más. La anchura del depósito es de 2.90 metros y el maravilloso arco exterior abarca 4 metros.
Único aljibe de bóveda de cañón



Abertura del antiguo punto de acceso al acuífero












   En uno de los laterales encontramos otra puerta, esta previsiblemente para conseguir el agua desde el exterior con la consabida garrucha, cuerda y recipiente. Y enfrentado con la puerta de la gradería, otro orificio, en este caso con arco de medio punto. Espacio este, que servía de ventilación al aljibe, para una mayor conservación del preciado líquido albergado en su interior.
Interior seco de la bóveda



Escalinata para acceder al aljibe










  

   Hoy el único que ve ventaja a esta tenue humedad es un gracioso sapito que encontramos feliz de la vida saltando entre el lodo...aunque quizás esos saltos eran solo para dejar atrás la sesión de fotos que le estábamos realizando. Y tras darle un nombre apropiado, lo dejamos en paz. Claro su nombre no podía ser otro que shakhs tafh, sapo en árabe.
Shakhs tafh posando
     Después de este agradable paseo, enmarcado en un espectacular paisaje, regresamos a nuestro punto de partida que se encuentra a 1 km de distancia. Siguiendo en línea recta desembocamos en el Camino del Cocón . Desde este balcón sobre Gorafe, podremos imaginar estas tierras en otra época ver su verdor y oír el canturreo de los acuíferos a pleno rendimiento.
     La diferencia de estas sociedades, con otras anteriores afincadas en Gorafe, ellas intentan modificar el paisaje y asemejarlo a su añorada tierra, allá en Oriente. Así relata uno de sus manuales de agricultura como Abd-al-Rahman I, añorando el sabor de las ricas granadas sirias pidió que le enviaran un cargamento, del cual, algunas comió y otras sembró. Cuando la semilla siria, creció y dio sus frutos, el pueblo las robaba del palacio y encadenaba el ritual, unas las comían y otras las sembraban. Por eso, hoy tenemos esa hermosa y jugosa fruta incluso en el escudo de la provincia. 
     Además de estos aljibes que hemos visitado, por encontrarse próximos entre ellos, l@s más audaces podéis ir en busca de otros, como los del Cortijo nº13, el Cortijo de Olivares o el Cortijo de la Sabina.
Aljibe del Cortijo de Olivares
Aljibe del Cortijo nº13
Aljibe del Cortijo La Sabina























     Aun siendo de vital importancia los aljibes, el agua fluía alegre y bulliciosa por la vega de Gorafe gracias a las acequias. Pero esa será la entrada del próximo blog. No os la perdáis.
    En este enlace encontraréis un libro editado por el GDR de Guadix donde descubrimos la Herencia árabe en nuestra comarca.

https://issuu.com/gdrdeguadix/docs/ruta_de_la_herencia_arabe


    
 Texto y fotografía Rocío Campos Maldonado

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